Él le escribía mil cartas
que ella nunca respondía.
Eran cartas con amor
y faltas de ortografía.
En laberintos de letras
se perdía a cada instante.
Sus mensajes tropezaban
con todas las consonantes.
Nunca encontraba la erre
y le faltaban las comas
o en lugar de usar la ge
ponía siempre la jota.
En el mar de las palabras
naufragaba cada día
su amor que no respetaba
las reglas de ortografía.
Necesitaba la zeta
para poder abrazarla.
Con las haches que sobraban,
sería imposible amarla.
Enredado en alfabetos,
buscaba su corazón
cómo decir que la amaba
sin signos de puntuación.
Con litros de tinta verde
lo ayudaba la maestra
y corregía las cartas
que no tenían respuesta.
Pero ella seguía ignorándolo
y él decidió hablarle un día.
(Al fin y al cabo no hablaba
con faltas de ortografia).
Le dijo que la quería
con todo el abecedario.
Prometió estudiar las reglas
y comprarse un diccionario.
Ella aceptó y los dos juntos
escriben desde ese día
su hermosa historia de amor
sin faltas de ortografía.

La biblioteca
El aire es allí diferente.
Está erizado todo por una corriente
Que no viene del este o aquel texto,
Sino que los enlaza a todos
Como un círculo mágico.
El silencio es allí diferente.
Todo el amor reunido, todo el miedo reunido,
Todo el pensar reunido, casi toda la muerte,
Casi toda la vida y además todo el sueño
Que pudo despejarse del árbol de la noche.
Y el sonido es allí diferente.
Hay que aprender a oírlo
Como se oye una música si ningún instrumento,
Algo que se desliza entre las hojas,
Las imágenes, la escritura y el blanco.
Pero más allá de la memoria y los signos que la imitan,
Más allá de los fantasmas y los Ángeles que copian la memoria
Y desdibujan los contornos del tiempo,
Que además carece de dibujo,
La biblioteca es el lugar que espera.
Tal vez sea la espera de todos los hombres,
porque también los hombres son allí diferentes.
O tal vez sea la espera de que todo lo escrito
Vuelva nuevamente a escribirse,
Pero de alguna otra forma, en algún otro mundo,
Por alguien parecido a los hombres,
Cuando los hombres ya no existan.
O tal vez sea tan solo la espera
De que todos los libros se abran de repente,
Como una metafísica consigna,
Para que se haga de golpe la suma de toda la lectura,
Ese encuentro mayor que quizá salve al hombre.
Pero, sobre todo, la biblioteca es una espera
Que va más allá de letra,
Más allá del abismo.


La espera concentrada de acabar con la espera,
De ser más que la espera,
De ser más que los libros,
De ser más que la muerte.
Poesía Vertical
Juarroz, Roberto


